Autor del libro "La ideología de los perros" (Libros del Amanecer, 2020)
Por Francisca Rodríguez Castro
"Reírse de la desgracia propia, es una forma de
liberarse de los demonios"
¿De dónde nace tu interés por la escritura?
Cuando era chico me encantaba inventar historias. De siempre tuve esa idea de crear
nuevas historias, primero era con juguetes, con amigos. Es típica la situación cuando uno
invita a alguien y juega a ser Superman o Batman, lo que sea. Desde chico me gustó
inventar nuevas historias.
A partir de la adolescencia quería construir esas historias que hacía de niño, pero en el
papel, sobre todo porque también me gustaba mucho leer. Yo estaba en un colegio donde
nos separaban en humanistas, científicos, matemáticos, entiendo que hoy hacen horas, en
esa época nos separaban en cursos y ahí tuve la oportunidad de leer un montón de autores y
autoras que me entusiasmaron. Tuvimos un curso de literatura universal que fue súper
bueno, me acuerdo que leí “Crimen y castigo” de Dostoyevski y quedé súper enganchado, a
pesar de que era difícil porque tenía nombres rusos y de repente no entendías muy bien qué
personaje era, pero la historia misma me atrapó, me atrapó mucho. Lo mismo me pasó con
“La noche boca arriba“ de Cortázar. Eso hizo que yo quisiera inventar historias, pero ahora
hacerlo a nivel de escritura.
Durante mucho tiempo me imaginé haciendo guiones de televisión, de chico, de catorce
años. Muy espontáneamente fui haciendo esto. En 3ro o 4to medio, fue algo más constante.
Escribí algunos cuentos, obviamente que no los publicaría ahora porque me dan mucha
vergüenza, pero ahí empecé.
¿Qué autores son un referente para ti?
Son varios. Dostoyevski es un referente, aunque suene presuntuoso, pero es porque cuando
leí “Crimen y castigo” y más adelante, “Los hermanos Karamázov” y “Noches blancas”
me gustó esa manera de tratar la condición humana. Me refiero a todo lo que tiene que ver
con la tendencia al crimen, con lo oscuro de los personajes, esa tendencia al abismo, tanto a
nivel interno como externo, no solo con el crimen, sino que muchas veces esa cosa
autodestructiva de los personajes de Dostoyevski, eso me atrapó. Me gustaba porque
retrataba la época en la Rusia zarista, que a mí también me llamaba la atención
históricamente.
Ya más contemporáneo, me gustó mucho John Fante, que incorpora el tema trágico, incluso
las situaciones de pobreza o de inmigración, desde un punto de vista irónico y cómico
incluso, también el tema de las relaciones interpersonales, que para mí son súper
importantes, especialmente el tema de relaciones de pareja que no funcionan, que son las
entretenidas. Eso también está reflejado en John Fante y Charles Bukowski, que son de la
misma onda.
Últimamente he leído novelas que me han ido marcando poco a poco. He estado leyendo
“Algo alrededor de tu cuello” de Chimamanda Ngozi. Ese libro me encantó, porque refleja
la realidad de África que uno no conoce, pero también tiene esa cosa muy parecida a los
autores que mencioné antes, porque son realistas y hacen crítica social, pero no de una
manera panfletaria, sino que de una manera muy inteligente, incorporando cosas de humor.
Ese componente realista, más la crítica social, más el elemento irónico de comicidad, es lo
que me gusta.
También trabajas la oscuridad y la comicidad en “La Ideología de los Perros”.
Claro, eso es lo que más me gusta, siento que la vida es una mezcla entre las dos cosas. La
vida puede ser trágica o cómica, pero reírse de la desgracia propia, es una forma de
liberarse de los demonios. Hacer una crítica de esa “forma”, es mucho más asertiva que una
desde el puro drama.
Otra autora que también me gusta mucho es Virginie Despendes, que tiene el libro “Teoría
King Kong”, pero también tiene una trilogía de “Vernon Subutex” donde pasa lo mismo, es
un personaje del mundo underground que vendía discos, pero cuando ya no se venden los
discos queda sin trabajo y termina viviendo en la calle. Me gustó porque es una radiografía
de la sociedad francesa de los últimos tiempos, toca temas trans, la prostitución, el tema de
vivir en la calle, pero también hay un personaje en la novela que es ultraderechista, que es súper
discriminador con el mundo islámico. Esos elementos los trata de manera cómica, siempre
bajándolo al nivel de la condición humana, no haciendo un panfleto.
En la universidad formaste un club de escritura creativa junto a tus amigos, ¿qué
recuerdos guardas de esa época?
Cuando estaba en la universidad en el 2008 aproximadamente, con unos amigos que
estudiaban derecho. Yo estudié derecho en la Católica y la mayoría de mis amigos de ese
grupo estudiaban en la Universidad de Chile. Hicimos un grupo con ellos.
Teníamos un pie forzado, eran temáticos. Decíamos la próxima vez vamos a escribir de la
locura y cada uno llegaba con un texto, quizás algunos más poéticos, pero en general todos
llegaban con cuentos sobre ese tema. Eso me sirvió mucho. Estuvimos alrededor de un año
trabajando, creamos hasta un blog, que en esa época estaban de moda, le pusimos nombre,
estábamos bien fascinados.
Después empecé a tomar talleres cuando entré a trabajar. Varios talleres con distintos
autores, por ejemplo, un taller con una autora de la editorial, Leo Marcazzolo, que además
de ser mi profesora, es súper buena amiga. Con Patricio Jara, Jaime Collyer y así distintas
personas hasta que decidí irme a Barcelona a hacer un Máster en Creación Literaria en la
Universidad Pompeu Fabra. Ahí ya tenía la idea de la novela “La ideología de los perros”.
La había trabajado en el taller de Patricio Jara particularmente y cuando me fui a Barcelona
decidí que esa sería la novela que quería escribir y aprovechar las instancias del máster,
porque al final de todo el proceso uno tenía que mostrar un trabajo, una “tesis”, que podía
ser un libro de cuentos, un poemario o una novela. Yo hice esta novela.
¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir “La ideología de los perros”?
En el proceso revisé mucho documento bibliográfico, también harto video, harto
documental. “La danza de los cuervos” es un libro que fue súper importante para mí,
porque trata precisamente del cuartel Simón Bolívar, que era el tema que yo quería tocar a
propósito de la dictadura.
Como estaba la detención de Pinochet, vi todo lo que hay en YouTube de su detención. Hay
un libro que es como una crónica de la detención de Pinochet en Londres, eso me permitía
también ir incorporando hechos y que no hubiera alguna inconsistencia histórica en la fecha
en la que lo detuvieron, en la fecha en que nos enteramos en Chile de la detención, que no
fue en el mismo momento.
También ocupé mucha memoria propia. En la novela está claro el tema de la diferencia
entre los amigos, las diferencias políticas de los distintos grupos, los que son pinochetistas
y los que son antipinochetistas y como se pelean. Eso era algo que estaba en el aire en esa
época y uno como niño lo veía como algo fuerte, porque los que siempre habían sido tus
amigos, de pronto se dividen por eso, casi como si fieras adulto. De pronto el mundo adulto
ingresa y destruye de alguna manera ese mundo más protegido de la infancia.
“La flaca Alejandra” es un documental que me llamó mucho la atención. Particularmente
uno de los personajes que ahí aparecen tiene mucha inspiración de la flaca Alejandra. Lo
mismo el guatón Romo, que son personas que pertenecieron al mundo de la izquierda y
después traicionaron a sus compañeros, los delataron. La flaca Alejandra se vuelve parte de
la DINA y después denuncia a la gente de la DINA, como “doble agente”. Cuando uno ve
ese documental es fuerte, porque uno nunca sabe si la persona está mintiendo o no está
mintiendo. En el documental se ve una afectación de ella, o sea igualmente fue torturada y
no es menor, el tema de lavado de cerebro que le pudieron haber hecho ahí o el querer
sobrevivir, yo no soy nadie para juzgar. Es terrible el tema de la traición y eso era lo que
me interesaba tratar en la novela, estos personajes que no tienen una moral tan clara, que no son
Superman o Darth Vader, no se definen como bueno o malo, sino que son personajes que
son tan humanos, que tú puedes decir son una mierda o también puedes llegar a entender
porque se volvieron una mierda, eso era lo que me interesaba.
Un personaje que si me parece deleznable es el guatón Romo. Vi algunas entrevistas donde
se comentaba que él tenia un cuaderno, un cuaderno con tapa de Mickey Mouse, donde él
anotaba cosas muy banales, lo que había comido y hablaba muy bien de gente que había
torturado. Me pareció que reflejaba muy bien lo que se ha llamado la “banalidad del mal”.
Uno se imagina que los monstruos son malos todo el tiempo y de pronto te encuentras con
una persona muy mala hablando de comida o con un cuaderno de Mickey Mouse. La
mezcla entre lo infantil que es Mickey Mouse con la tortura, sentía que me permitía reflejar
el espíritu de la novela, que tenía estas dos vertientes, lo infantil más el horror.
Incorporé este tema del cuaderno en uno de los personajes, eso está inspirado en el guatón
Romo. Ese personaje que aparece en la novela tiene características de estos personajes, es
una mezcla entre la flaca Alejandra, el guatón Romo y Jorgelino Vergara, que aparece en
“La danza de los cuervos”, que fue el mocito de Manuel Contreras, que trabajó en el cuartel
Simón Bolívar. Uno de los personajes de la “La ideología de los perros” es una mezcla de estos
personajes y también de personajes que he visto en la vida real.
Está el punto de vista del niño, del adulto y este personaje, ¿por qué era tan
importante para ti desarrollar esta tercera sección del libro?
Le di importancia porque me parecía que era un personaje “mixto”, en el sentido de que
había vivido primero el encantamiento respecto a “la posible revolución” que pudo
producirse en Chile y de pronto viene este golpe, esta dictadura tan terrible, que genera un
quiebre, donde todos de alguna manera traicionan eso revolucionario y se “transforman en
lo que es la dictadura”, obviamente hubo gente que siguió luchando. Me refiero que como
sociedad también nos pasó algo parecido a lo que le pasó al personaje.
Por una parte, reflejaba muy bien lo que le pasó a la sociedad chilena y por otro lado,
también me gustaba porque era un espejo con el protagonista, con Andrés. Es un espejo
porque este personaje tenía amigos a los que traiciona por un tema político y se queda solo, y es
lo que le pasa al niño, obviamente guardando las proporciones, porque no es el mismo nivel
de traición, es un niño, no tiene la misma formación del adulto, pero es una suerte de espejo
que me parecía interesante tratar.
También era importante que el niño descubriera el horror. Fue muy complejo para mí tratar
de encontrar una manera para que él se enterara del horror. Una forma era que conociera el
pasado de este personaje, que representa para mí lo más horrendo, porque no solamente es
el compadre de la dictadura, no solo es el compadre torturado, sino que cumple las dos
facetas, de torturado y de torturador, y eso para mí refleja en síntesis lo más horrible de esa
época.
Quería que su viaje de iniciación, su viaje de crecimiento se diera a partir del
descubrimiento de este horror adulto, de este horror del pasado histórico que, además, es el
horror que quieren tapar los padres. Entonces era el elemento que le permitía crecer, porque
crecer también implica separarte del discurso de los padres y tener un discurso propio, por
eso cree esta parte del cuaderno. Una opción era que el niño leyera todo el cuaderno de una,
pero me pareció que era más interesante hacerlo parte de la estructura e incorporar
fragmentos del cuaderno hasta que finalmente se sabe quién es la persona dueña del
cuaderno.
¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?
Fue complejo, precisamente por la estructura. La historia yo la tenía en la cabeza, pero el
problema fue encontrar la estructura adecuada para contarla. Inicialmente tenía la intención
que fuera el niño hablando en primera persona y en presente, pero se me hizo muy difícil
lograr una voz infantil creíble. Ese lenguaje muchas veces me limitaría, por ejemplo, para
contar ciertas cosas o al querer incorporar ciertas palabras que un niño de esa edad no las
diría. Hay gente que le resulta muy bien, por ejemplo, mi tutor del máster, Juan Pablo
Villalobos, escribió un libro que se llama “Fiesta en la madriguera”, que rescata súper bien
la voz infantil, pero a mí no me salía del todo bien, me salía falsa.
Pensé “que sea el adulto que cuente la historia hacia atrás”, pero el punto es que yo quería
mantener la voz infantil y no sabía cómo hacerlo. Lo que hice finalmente fue dividir las
partes, hay una parte del adulto, otra parte del niño y para poder rescatar la voz infantil la
desarrollé en tercera persona con estilo indirecto libre, que está en la mente del niño,
entonces eso me permitía las dos cosas. Tampoco quería deshacerme del adulto, porque
quería ver el contraste, es decir en lo que se había transformado ese niño.
También era importante porque hay dos viajes de iniciación, uno del niño descubriendo lo
que pasó y “creciendo”, y otro del adulto también integrando lo que pasó. Al principio de la
novela hay una suerte de ajenidad con respecto a lo que le pasó cuando era niño, por eso se
habla así mismo en tercera persona. En la parte final del libro, el adulto se identifica más
con ese niño nuevamente. Eso de integrar nuevamente la infancia era importante para mí,
por eso decidí mantener “el cuaderno” y las otras dos miradas.
Fue un proceso súper arduo, sobre todo con mi tutor del máster discutimos ocho mil formas
de hacerlo, incluso hubo momentos donde el protagonista iba al psiquiatra y era el
psiquiatra el que hablaba de lo que le pasaba al protagonista. Hubo un momento que quise
rescatar la voz infantil a través una regresión. La cantidad de “cosas” que se me ocurrieron
y que al final no tomé, fueron un montón.
En la novela uno de los temas que abordas es la amistad y los quiebres de esta, ¿por
qué te interesó abordar este ámbito de la vida?
Puede sonar súper cursi, pero creo que la amistad puede ser más relevante que la familia,
porque es la familia que uno elige, aunque suene cursi, pero no deja de ser cierto, porque
uno no elige a la familia, pero si elige con quien pasar el tiempo. Son pocas las cosas uno
puede elegir realmente en la vida, pero con quien pasar el tiempo, es una de ellas.
La amistad es súper importante a nivel de cambio entre la infancia y la adolescencia. Justo
es el momento en el que se encuentra el niño de la novela, tiene 11 años. El niño se
encuentra en el momento en que empieza la pubertad poco a poco y se transforma en
adolescente. Me da la impresión que uno de los grandes cambios entre la niñez y la
adolescencia, es cuando deja de ser tan importante la familia, lo más importante es la
amistad. Uno empieza a tener secretos con los padres y compartirlos con los amigos. Para
poder retratar esa parte, además de que me interesa el tema de la amistad per se, era
importante incorporarlo precisamente por el cambio de niño a adulto que tenía que quedar
adecuadamente representado.
El daño que uno se hace a nivel de relaciones interpersonales es siempre alto, más allá del
tema político, más allá de la novela, uno tiene amistades, tiene parejas, a quienes quiere y
muchas veces les hace daño, no necesariamente de manera intencional, sino que por el
hecho de lo complejas que son las relaciones humanas, uno termina haciendo daño, por eso
me interesa el tema de la amistad.
¿Cómo viviste la transición a la democracia siendo un niño? ¿Tu experiencia tiene
similitudes con el niño de la novela?
Tiene muchas similitudes, porque lo que hice fue incorporar distintos momentos históricos,
pero también incorporé elementos personales, lo que no implican que el niño sea yo, ni que
la familia del niño sea la mía. Uno necesariamente incorpora elementos personales y los
recombina para crear algo nuevo. Uno de la nada no crea algo nuevo, sino que es la
recombinación de elementos. Mis papás sí, son de derecha. En esa época eran muy
pinochetistas. Yo exageré esos rasgos para hacerlo más interesantes a nivel dramático.
Cuando uno es niño repite el discurso de los padres y después se topa con amigos que
piensan diferente, a quienes quieres, hay un descubrimiento de ciertas cosas políticas. A mí
me pasó que siendo niño, descubrí algunos temas que no sabía, lo de las torturas, las
desapariciones, que cuando tú eres un niño criado en una familia de derecha no las sabes.
He hablado con amigos y amigas que fueron de izquierda siempre, porque su familia era de
izquierda y cuando han leído la novela me han dicho “oye, pero el niño ya era grande como
no va a saber”. De verdad no sabíamos, porque la política nunca fue importante en mi vida
hasta que empecé a descubrir todo esto y por eso la detención de Pinochet fue muy
importante, porque significó que apareciera la política. Digo esto, porque finalmente esa
política, para la gente de derecha no es importante, porque no perdieron, porque ganaron.
En ese momento vivían sus vidas de consumo, como todos, pero ellos son los que habían
luchado por tener ese sistema, entonces es distinto cuando tu pierdes, el hecho se
transforma en un trauma y por lo tanto tiendes a hablar más de eso, de lo que te afecta.
Obviamente un niño criado en una familia de derecha no tenía relación con la política y de
pronto la transición precisamente es eso, un Chile que al igual que Andrés estaba dormido,
ahora es un Chile que despertó, en cierta forma despertó y es bacán eso, sobre todo para
alguien como yo que nació en el año 87 y toda mi infancia la pasé con la “Concertación”.
Durante ese período, sobre todo al principio, nadie hablaba de estas cosas, por lo menos yo
no lo recuerdo. Si salió cuando era más niño el asesinato de Orlando Letelier, algo me
acuerdo de eso, pero no era algo que la gente hablara comúnmente, por miedo. Pinochet
seguía siendo comandante en jefe, por lo menos en la época de Aylwin. Era una época
donde no se hablaba de estas cosas y si se hablaba era con mucha precaución, casi como si
todavía estuviéramos en la dictadura, lo que da cuenta de cómo era realmente la “cosa”.
Había gente que defendía a Pinochet, que hoy en día no lo haría o no lo haría públicamente.
Eran otros los discursos de las personas.
También fue una época que yo recuerdo con cariño, porque no me afectaba directamente
las cosas, hasta que no me tocó el tema de la pelea con amigos, hasta ese momento, yo
vivía feliz en mi casa, andaba en bicicleta, veía Anime, veía “Dragón Ball”, que es lo que le
pasa al niño.
El tema de la política aparece de pronto, el 98 y después el 2000 con la elección entre Lavín
y Lagos. Me recordó lo que pasó ahora con Boric y Kast, es muy similar esta división y
polarización, por eso siempre he tenido la teoría de que nunca hemos salido del 11 de
septiembre de 1973. Cuando hablan del fin de la historia y de Fukuyama, para mí este es el
fin de la historia, todavía estamos en ese trauma histórico, que ha tenido distintas
manifestaciones. Hoy no podemos decir que es lo mismo, pero el tema del estallido social
es una reacción final, porque queremos eliminar ese sistema de Pinochet que hemos tenido
durante todo este tiempo y estamos logrando eliminarlo con todo lo complejo. El presidente
que ahora tenemos, de alguna forma significa que eliminamos ese sistema, después de
cuantos años. No podemos decir que hemos salido totalmente del trauma del 11 de
septiembre del 1973 y es por eso, que sigue la polarización. El 44 % que sacó Kast es el
mismo 44% que sacó el “Sí”. Sigue existiendo la misma cantidad de gente que tiene esos
valores, los valores de la dictadura. No me refiero a que toda la gente de derecha quiera
torturar y quiera matar, sino que eso no les importa tanto, prefieren simplemente obviarlo y
mantener sus privilegios.
Hablando de cambios ¿cómo has vivido la transición que enfrenta Chile desde el
estallido social?
Me ha tocado de la misma manera que cuando era niño, pero con otra conciencia, con otra
forma de pensar, pero siempre al medio, porque tengo a mi familia que es de derecha. Por
una parte, es lo que yo pienso, lo que piensan muchos de mis amigos, el tratar de hacer
algunas cosas porque Chile sea “mejor” y por otro lado, siempre tratando de defender mi
posición en las comidas familiares, en las navidades, etc.
Es diferente cuando tú tienes el mismo pensamiento de tu familia, es muy distinto, porque
ahí tu puedes hablar de política tranquilamente, así como yo lo hago con un amigo, pero
cuando tú tienes familiares que piensan totalmente distinto, siempre te van a estar
cuestionando tu manera de pensar, considerando que está equivocada. Fue complejo a nivel
emocional.
Me pareció terrible el tema de la represión, de las violaciones a los derechos humanos que
se cometieron en ese momento. Presenciar eso y que gente como familiares o conocidos
defiendan esa situación, es siempre complejo y estás al medio.
Básicamente lo que uno tiene que hacer, a mi juicio, es aceptar e integrar. Así como
Andrés, integrar la situación, no tan “amarillo” como Andrés, porque al final deja bastante
amarillo el personaje. Se debe tener convicciones más firmes que las del personaje principal
de la novela, pero también entendiendo que las personas no van a cambiar y tú tampoco
tienes porque hacerlas cambiar.
Uno tiene que aceptar la democracia. Hay gente que va a opinar distinto, uno tiene que
saber relacionarse con gente que piensa distinto y tener la tolerancia suficiente para hacerlo,
porque si no caería en la misma intolerancia que uno critica, pero también saber que hay
cosas que son intransables, convicciones que son intransables, esa es la clave de integración
a la que me refiero, no aceptar cualquier cosa, sino que saber que hay cosas intransables y
tolerar que hay personas que uno puede querer y amar incluso, y que van a pensar distinto.
Eso es otro elemento que me importaba del libro, porque los padres del libro no son
malvados con el niño, ni con las personas en general, al contrario, el papá y en particular la
mamá, es súper cariñosa con el niño, lo cuida. No es un niño maltratado en ningún aspecto,
sino más bien al revés, es bastante consentido. El punto está en que, a pesar de eso,
defienden algo indefendible y no por eso, son malas personas, malas personas
humanamente hablando. Su pensamiento puede estar equivocado a mi juicio, pero el amor
está ahí. Por algo también, la dedicatoria que yo hago es a mis papás, también en eso está
en la novela. El conflicto está ahí. Uno quiere a la familia a pesar de que piense totalmente
diferente en términos políticos. Son conflictos que yo tengo y están claramente
manifestados en el libro, por eso la dedicatoria es parte de la novela, porque ahí está
resumido el conflicto del personaje principal.
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