Escribir acerca de la infancia no es tarea fácil. Siempre está latente el riesgo de perder la confianza del lector, de no alcanzar su identificación. Más aún, lograr un relato que posibilite el reconocimiento de la memoria de quien lee, que incluso lo empuje a recordar su juventud, no solo es un arte complejo, sino que quizá debiera ser una premisa preponderante para el oficio de la escritura. Y eso es justamente lo que hace este libro de Alfaro: evocar una infancia verosímil, palpable, emotiva. Colmada de imágenes donde el lector se puede encontrar con la efímera dulzura de sus recuerdos. Un viaje familiar al litoral. La sensación de la arena caliente en la planta de los pies. Una cajita de Cornell. Tibias escenas de un pasado que ojalá todos tuvieran la posibilidad de haber vivido. -Andrés Urzúa de la Sotta