Por Jorge Abasolo / 9 de octubre del 2017
Es el título del último parto literario de Erick Pohlhammer (Libros del Amanecer, 118 páginas).
No hay poeta grande sin emoción. Y aquí estamos en presencia de un peso pesado. No sólo maneja magistralmente el lenguaje. Sabe perfectamente que primero hay que sentir para luego colocar la palabra adecuada, el sustantivo justo y el calificativo preciso.
Este profesor en eterno estado de vigilia se puede insertar en la poesía vanguardista, esa poesía moderna que prioriza el distanciamiento por sobre todas las cosas.
Es probable que Erick Pohlhammer abuse del vanguardismo. Esto puede ser un defecto, aunque puede obedecer a un visionario que desea romper con los moldes excesivamente trabajados.
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